DIEZ MENTIRAS SOBRE LOS BENEFICIOS DEL GOLF
Y UNA CANCIÓN DESESPERADA
Por Arantxa Aguirre
Secretaria General
La principal “alternativa” al turismo de sol y playa, hasta que consigan resolver el imposible de los parques temáticos rentables, se sustenta en algunos puntos tan simplistas como comúnmente aceptados. A saber:
1.- Dada la extracción social de los turistas de golf estos gastan entre 5 y 10 veces más que el convencional. Sin embargo, la proliferación de campos en golf (se anuncian hasta 10 entre Vera y Mojácar, menos mal que Garrucha no tiene término municipal), pone en evidencia la creciente socialización de esta actividad y el irrefutable hecho de que mientras unos se deciden a pasear o a leer un libro, otros se emplean en darle a la pelotita. Por lo tanto, excepto un evidente snobismo de los segundos no existe diferencia entre la capacidad y voluntad de gasto entre unos y otros. El precio de la pensión completa de los hoteles en las proximidades de los campos de golf es la misma que en las que no los tienen, lo que refuta el primer gran principio que sustenta el salvaje desarrollo de campos de golf.
2.- Los campos de golf suponen un claro beneficio ambiental. Para apoyar este punto se llega a argüir que evitan los procesos de erosión (léase el artículo: “Importancia del campo de golf en el turismo andaluz” de Gonzalo Hernandez Guarch; Voz de Almería de 29 de Agosto, no tiene desperdicio) o se ponen los ejemplos de los beneficios que suponen las lagunas donde antes sólo había piedras, pasando por alto que ahora se introduce un monocultivo donde antes había una vegetación diversificada. Una visita por los brutales desmontes de Macenas en Mojácar bastaría para contrarrestar este punto. Esta actividad estaba bien en las verdes campiñas de Inglaterra donde surgió pero difícilmente encaja en los secarrales mediterráneos. Es como si a la arquitectura almeriense le pusiéramos de pronto tejados de dos aguas y elevadas pendientes como los de los países norteuropeos.
3.- La práctica del golf es un deporte. Creo que era Churchill el que decía que jugar al golf era una forma de fastidiar un paseo por el campo. Nada más cierto: el golf ha sustituido a los tradicionales paseos para disfrutar de la naturaleza que ahora se ve prostituida con plantas no autóctonas y recorridos perfectamente marcados. Eso si, todo dentro de la seguridad de un recinto controlado y vigilado, en el que se desarrolla un juego por aquellos que dejaron hace mucho tiempo de hacer un deporte que no es.
El reto de superación personal para mejorar el handicap es encomiable pero nada comparable con leer un libro más al mes, plantar y mantener una huertecita para consumo familiar o, sobre todo, ser un concejal honrado.
4.- El consumo de agua en los campos de golf es reciclada. Un campo de golf consume del orden de 600.000 m3 al año, el equivalente a una población de unas 8.000 personas, de agua de una cierta calidad, sobre todo en zonas áridas como corresponde a la costa mediterránea española. Para usar agua reciclada se tienen varios problemas: se necesita agua con tratamiento terciario, lo que es raro en las zonas donde se ubican los campos e inexistente en Almería; los costes son altos y más al incluir el transporte ya que los campos no están conectados a las depuradoras y por último, la demanda mayor es en verano lo que exigiría una mayor ocupación estando en contradicción con su posible alternativa turística.
5.- El campo de golf tiene un efecto inductor en el desarrollo del entorno. En la práctica es más bien lo contrario. Los campos de golf permiten el cumplimiento simultáneo de los requerimientos de superficie urbanizada frente a la total y de dotación de zonas de ocio. Por otro lado, agrupan los edificios en la periferia del campo reproduciendo la tipología del adosado perirurbano. Todo ello para reducir los costes de urbanización y construcción e incrementar el precio de las viviendas de una clase urbana ansiosa por contarle a sus vecinos que se ha comprado un “chalé” al lado de un campo de golf. Viste mucho.
Es decir, en contra de la idea extendida de que los campos de golf atraen el desarrollo urbanístico, en la práctica son las urbanizaciones las que los utilizan como sustento para cumplir con los, en general, poco exigentes criterios urbanísticos y para incrementar el precio de las viviendas.
6.- Genera más riqueza que las explotaciones agrícolas de igual superficie, como un campo de alfalfa. Posiblemente, ni un solo campo de golf haya sustituido explotaciones agrícolas sino que se han ubicado en terrenos vírgenes que se han visto profunda e irreversiblemente modificados. No tiene sentido comparar pelotas de plástico con tomates, que tienen la ventaja de que se pueden rotar con pepinos, pues ambas serían factibles a no ser que tuvieran que competir por el uso fertilizantes o agua. De momento no es el caso, porque agua no hay para nadie y los fertilizantes hay, mientras se puedan pagar.
7.- Los campos de golf generan empleo estable: como actividad agrícola mecanizada son difícilmente comparables a cultivos más tradicionales que requieren mano de obra en las diversas fases desde la siembra y la recogida, por lo que el mayor empleo deriva de los servicios de gestión, hostelería y tiendas. Por otro lado, el escaso conocimiento de idiomas de los nacionales hace que los trabajos mejor remunerados vayan a los extranjeros, quedando los menos cualificados para españoles y los “otros inmigrantes”, con la misma precariedad que los trabajos clásicos de sol y playa.
8.- Al golf se juega todos los meses al año. En el verano es difícil ver jugadores en pleno día bajo el achicharrante sol (ver gráfico adjunto) a pesar del floreciente negocio de pamelas y gorros de mariachis. La práctica del golf se concentra en primavera y otoño, que podría justificar la mejora de la estacionalidad del turismo de sol y playa. Sin embargo los jugadores del norte de Europa prefieren la Costa del Sol (y cava vez menos), de mayor vegetación y atractivos turísticos que el litoral almeriense. Queda la práctica del golf para nacionales, especialmente locales, insuficientes de momento para abastecer a los campos de golf actuales y muchos menos, para los que nos prometen.
9- Son una alternativa al “todo incluido”: Los paquetes turísticos incluyen de forma progresiva las salidas a los campos de golf, que además se restringen al correspondiente a la proximidad de la instalación hotelera ya que la práctica de cambiar de campo de golf se pierde al ser siempre entornos similares.
10. Como corolario de la defensa de esta nueva forma de urbanismo depredador: los campos de golf se justifican económicamente por si mismos . Evidentemente la situación no es uniforme y aparte de los campos de golf clásicos construidos de forma más o menos independiente al desarrollo urbanístico, los nuevos campos son difícilmente rentables por si mismos, si no mediaran razones urbanísticas.
De esta forma, los gastos anuales de operación y mantenimiento de un campo de golf están entre los 400.000 y los 700.000 €/año siendo las partidas más importantes la de los sueldos y salarios y los gastos de mantenimiento del campo, donde se incluye el consumo de agua. El tema del agua es fundamental ya que el costo, tanto del metro cúbico trasvasado como el desalinizado es prácticamente el mismo, en el entorno de los 70 céntimos €/m3, lo que penaliza los elevados consumos de agua de los campos de golf. El riesgo de que el resto de los españoles subvencionemos el agua, como ya ocurre en Canarias, es alto.
Equilibrar estos ingresos sólo se consigue si se tiene un elevado número de socios que suponen el 40% de los ingresos del campo, muy por delante de los “green fees”, competiciones o servicios de hotelería. Por lo tanto, para una cuota de 1.000 € serían necesarios 500 socios. Si, por otro lado, tenemos en cuenta, como ya hemos mencionado, que la mayor parte de los jugadores de Almería son locales, supondría un volumen de jugadores hoy por hoy impensable. Para refrendar este punto es importante destacar que, de acuerdo con el Patronato de turismo provincial, en la Costa del Sol se observa una caída de salidas e ingresos derivados del turismo de un 3%, debido fundamentalmente al rechazo de los jugadores internacionales por un entorno urbanísticamente masificado.
Los campos de golf son el elemento más significativo y tramposo del desarrollo urbanístico de la costa mediterránea, el cual está sustentado en la connivencia entre políticos locales y promotores urbanísticos que, unido a la inacción de la justicia y de las instancias administrativas superiores, ha permitido la destrucción del entorno ambiental en la más absoluta paralegalidad, incompatible con un supuesto estado moderno de derecho.
Pero si nuestras razones ambientales no fueran suficientes, también podríamos argumentar, dentro de la corriente de egoísmo que nos invade, que a los españoles que no disfrutamos del gran festín de la especulación inmobiliaria nos va costar por lo menos diez veces más tener una calidad de vida o de ocio similar a la que teníamos sólo hace cinco años. Esta destrucción del entorno sería impensable en los países de origen de la mayor parte de los demandantes de estos nuevos desarrollos urbanísticos, a los que debemos exigir coherencia universal de sus planteamientos sociales.
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